La Oración Eficaz del Justo

Todos los Martes a las 7:00 p.m. en el salón de usos múltiples de nuestra Iglesia.

 

Oramos por todas las peticiones teniendo la confianza en el Señor que todas ellas seran contestadas.

Tambien puede enviarnos su peticion de oracion a: E-Mail: contacto@rocafuertecancun.org

 

Dios sabe de antemano las cosas que necesitamos. Examinemos detalladamente la enseñanza del Señor Jesús conocida popularmente como “El Padre Nuestro”.

 

En todo lo que se refiere a la vida habitual de los creyentes, la oración es una de aquellas cosas que se  practican a diario, pero que con poca frecuencia se busca entender la voluntad de Dios para algo que pareciera tan obvio. Cuando el Señor Jesús se refirió al tema, enseñó que es muy importante la condición en que nos presentamos ante Dios, para ser oídos por nuestro Padre Celestial. Lo primero que dijo, es que no lo hagamos para ser vistos por los hombres, sino que Dios debe ser buscado en lo secreto, que no haya en el corazón una intención de proyectar una imagen de espiritualidad delante de los hombres, sino que nuestra intención sea verdadera de anhelar hablar con Dios. También enseñó el Señor, a considerar lo que hablamos, ya que no consiste en las muchas palabras; porque Dios sabe de antemano las cosas que necesitamos. Examinemos detalladamente la enseñanza del Señor Jesús conocida popularmente como “El Padre Nuestro”.

 

Padre nuestro que estás en los cielos. Esta primera frase debemos entenderla como una ubicación del creyente ante la persona de Dios. Notemos lo dicho en el libro de Eclesiastés: “Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate mas para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tu sobre latierra; por tanto, sean pocas tus palabras.” (Ec.5:1-2) Es decir, preséntate ante Dios con reverencia y humildad, porque él no está a tu altura, él está en los cielos.

El es el Soberano, el Altísimo y Sublime. “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” (2Cr.7:14)  Además, nos muestra la importancia de no caer en vana palabrería, como repetir y repetir palabras sin considerar que lo más importante es oír a Dios, entender su voluntad, para llegar a ser un pueblo agradable delante de su presencia.

 

Santificado sea tu nombre. Esta frase indica la importancia de tener un corazón humilde, que anda en el temor del Señor para honrar su Nombre Santo, que no se debe  usar para cosas vanas y vulgares. Como ejemplo de esto, podemos decir, que un creyente nunca debiera usar el nombre de Dios, o la palabra de Dios, para contar chistes o para conversaciones vulgares que no pueden edificar a los oyentes. “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.” (Ex.20:7) Todo esto implica santificar su nombre; como también, guardar nuestro corazón para no jurar en el nombre de Dios ni pretender hablar en su nombre palabras que él nunca habló. Por tanto, es mucho más que repetir una oración memorizada; es vivir en una condición de respeto y temor reverente delante de Dios, que nos permita ser oídos en lo alto. “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de maldad.” (Mt.7:22-23) Para muchas cosas se puede tomar el nombre de Dios, pero si él no lo mandó, entonces se está tomando vanamente su nombre, en forma liviana y sin la debida reverencia. Santificado sea tu nombre, implica entonces, apartar su nombre de toda liviandad, y de todo aquello que no provenga de su santa voluntad.

 

Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Esta frase indica el anhelo del corazón de someter todas las cosas de nuestra vida a su voluntad y soberanía. Es como llegar al huerto de Getsemaní, en el cual el Señor Jesús aceptó voluntariamente la voluntad del Padre para tomar la cruz. “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mi esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mt.26:39) En el reino de Dios, solo se hace su voluntad, y nosotros debemos rendirnos a esa voluntad. Notemos lo dicho por el apóstol Juan: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1Jn.5:14-15) Podemos apreciar claramente que Dios concede las peticiones de nuestro corazón, cuando están en su voluntad y tienen propósitos para la edificación y santificación de nuestra vida. “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.” (Stg.4:3) Entonces, lo importante es que venga su reino a nuestro corazón; que ya no vivimos buscando nuestros propios deseos, sino que lo que busquemos sea su voluntad cumplida en nosotros.

 

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Este pasaje, sin lugar a dudas, se refiere al alimento espiritual que cada creyente necesita para vivir. Ya lo había enseñado al pueblo de Israel al introducirlo en el desierto, que el hombre debía saber que no solo se vive de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios; entonces, Dios le sustentó con maná, pan del cielo, como una figura que el hombre debía alimentarse de aquello que desciende de lo alto. Este verdadero pan es el Señor Jesucristo, él es el cumplimiento de esa experiencia del pueblo de Israel de vivir alimentado solamente de maná.  Usando la figura del pan, como alimento básico, el Señor Jesús se identifica diciendo: “Yo soy el pan de vida; el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no tendrá sed jamás.” (Jn.6:35) Por tanto, en nuestra oración, siempre debiéramos pedir de aquel pan del cielo, para ser fortalecidos, para tener crecimiento, para adquirir sabiduría. Entonces estaremos pidiendo conforme a su voluntad, y si pedimos conforme a su voluntad, sabemos que recibiremos las peticiones de nuestro corazón.

 

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Como se puede apreciar de todo este examen de la enseñanza dada por el Señor Jesús, más que una repetición de sus palabras, es un estado de vida, una condición del corazón para ser oído por Dios. En cuanto a esta última parte, relacionada con el perdón, debemos considerar que Dios es santo, que él no se relaciona con el pecado, ni se puede entrar en su presencia en una condición pecaminosa. Aquel varón que nació ciego, y que el Señor Jesús sano, dijo: “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye.” (Jn.9:31) Por tanto, es muy importante para ser oído por Dios estar a cuentas con él; y él nos manda a perdonar a todo aquel que nos ha ofendido, o dañado; herido o defraudado, de la misma forma como él nos ha perdonado a nosotros. Quizás la mejor descripción de la voluntad de Dios para restaurar la relación con su pueblo está en Isaías 58:1-10 Allí encontramos al pueblo que hace oración, ayuna, pero Dios no le responde: “… ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? (V.3) Le muestra al pueblo que Dios no busca formas rituales de oración, sino integridad de corazón. “ ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí….” (Vs.5-9) Esta es la forma de restaurar la comunión con el Señor, sanando toda relación con los hermanos, amando al prójimo, y compartiendo para las necesidades de los demás. Entonces tendremos el acceso abierto a la presencia de Dios y nuestra oración será oída en las alturas. Entonces se cumplirá aquella palabra dicha por Santiago: “La oración eficaz del justo puede mucho.” (St.5:16b).