Diáconos

I. Diácono

1 Timoteo 3:8-­13 

8. Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; 

9. que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. 

10. Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. 

11. Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. 

12. Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. 

13. Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús. 

Los primeros diáconos fueron escogidos para tratar con un serio problema en la iglesia de Jerusalén (Hch. 6:18). Debido a la naturaleza delicada del problema, se necesitaban hombres especiales para ayudar a resolver este asunto. Más tarde Pablo instruye a Timoteo a que escoja este mismo tipo de hombres como siervos en la iglesia de Éfeso.


El Nuevo Testamento parece ser claro en enseñar que los diá-conos, o siervos, deben velar pos los asuntos materiales de una iglesia de tal manera que los pastores puedan dirigir sus esfuerzos y talentos en los asuntos espirituales. Para hacer esto de manera apropiada los hombres a quienes se les adjudica dicho puesto de servicio deben reunir algunos requisitos particulares. 

Primero, deben llevarle su servicio a Dios con seriedad. Deben ser honestos. Esta palabra sugiere que deben ser serios y dignos en su cristianismo personal. Deben ser sin doblez. Esta palabra sugiere decir lo mismo dos veces pero de maneras distintas. Un diácono debe hablar consistentemente sin importar cuáles sean las circunstancias.


Así como el pastor, ellos no deben estar bajo el poder del alcohol, o en su equivalente, ningún otro químico. La sobriedad y el autocontrol son absolutamente esenciales para cualquiera de estos oficios. Tal como el obispo, el siervo no puede estar codiciando cosas materiales. Quienes estén a cargo de las cosas físicas tendrán alguna influencia sobre las cosas monetarias, y un hombre codicioso no tiene lugar en los oficios de una iglesia.


Añadido a esto hay un requisito espiritual. Un diácono debe tener la relación correcta con el Señor, y debe tener una relación correcta con la verdad. El misterio de la fe expresa el rango de doctrinas que se dan a conocer a los que son creyentes en Jesucristo. Un siervo debe entender su puesto adecuado según la revelada Palabra de Dios. Las iglesias mundanas establecen responsabilidades no bíblicas para los diáconos.

La Biblia nos dice las responsabilidades verdaderas de este oficio. Un hombre que es diácono debe comprender la enseñanza bíblica acerca de su oficio y las labores que debe llevar a cabo. Específicamente, los diáconos de una iglesia no son una junta directiva a cargo de tomar todas las decisiones de operación de una iglesia. Son siervos que están a cargo de llevar a cabo las órdenes que la iglesia les da. De igual forma una iglesia está sujeta a las órdenes de la Cabeza de la iglesia y la Cabeza de la iglesia es Jesucristo.


Antes de asumir las labores de su oficio, estos hombres deben ser probados, u observados, y comprobar que son dignos. Algunas iglesias demasiado tarde se han dado cuenta que escogieron a los hombres equivocados para servir en esta posición.


Así como el pastor debe estar a cargo de su familia, los diáconos deben ejercer una influencia apropiada sobre sus hogares. Sus esposas deben compartir su interés por este ministerio. Ningún siervo de Dios debería tener la lucha ardua de una constante batalla en el hogar para servir al Señor en la iglesia. La esposa de un diácono debe ser humilde y compartir orgullosamente el servicio de su esposo al Señor. La esposa hará esto cuidando sus palabras y evitando las calumnias y los chismes. Será sobria, o vigilante, y será fiel. Uno de los requisitos principales de cualquier siervo es ser fiel (1 Co. 4:2).


Como obispo, el siervo también debe ser hombre de una sola mujer. La terminología aquí es exactamente la misma que la usada para el pastor. Los diáconos de igual manera deben ser líderes en sus propios hogares. Deben vivir vidas ejemplares para quienes sirven.


Aquí se menciona una recompensa específica para los diáconos. Quienes sirven bien el oficio, o sea, los que cumplen con sus labores de manera apropiada y escritural como diáconos, tendrán una recompensa buena por su servicio, y también crecerán en la gracia y el conocimiento del Señor; así tendrán autoridad en su testimonio a otros.


Puede que veamos estos requisitos como rigurosos, pero Dios no. En Éfeso hubo hombres que podían reunir estos requisitos a pesar del hecho que esta ciudad estaba sumida en la idolatría y la inmoralidad. Dios todavía espera que las iglesias suyas encuentren hombres que reúnan estos requisitos bíblicos.

 

Estos versículos hablan sobre el llamamiento más alto en el mundo y sobre aquellos que ayudan a quienes tienen ese llamado. El trabajo es grande, la recompensa es grandiosa y los requisitos son estrictos. No todos pueden reunir estos requisitos, pero en todos los tiempos Dios ha tenido hombres que pueden hacerlo.


No hace falta establecer que ambos oficios deben ser ejercidos por hombres. No hay lugar en la Biblia que enseñe que las mujeres puedan ejercer el oficio de un pastor. Esto no desacredita a las mujeres. Ningún hombre puede ser madre; pero esta es la enseñanza directa de la Palabra de Dios. También es cierto que hay multitudes de hombres que tampoco reunirán estos requisitos. Esto no quiere decir que estos hombres no puedan servir al Señor, pero sí quiere decir que no pueden servirlo en estas dos posiciones específicas.


Todo hijo de Dios y todo miembro de una iglesia deben tomar en serio estos versículos. Nosotros debemos orar que Dios llame hombres al ministerio y que Él los guíe a sus propios campos de servicio. Debemos darle gracias a Dios por los hombres fieles que sirven en estos oficios, y jamás debemos sustituir nuestro pensamiento y sabiduría por la enseñanza de las Escrituras.